Ceremonia chamánica interior

Unas manos masculinas sostenían mi cabeza. Cálidas. Sabias. Craneosacral, dice. Y calla.
Dentro de mí el mar.
Me sostenían por completo. El calor de su piel entraba en mi interior y sus sutiles movimientos eran mareas bailando dentro de mí, oleajes en danza, era yo agua danzando en el océano. 
De repente eran las manos de todos los hombres del mundo en un sólo par. La masculinidad sabia sosteniendo mi cabeza. Era un masculino gigante que sosteniendo mi cabeza me ha mirado a los ojos, acariciado la cara, arado la tierra, cultivado huertos y ha venido a regalarme una fruta, que hemos compartido en el amor más absoluto. Jugosa y dulce. A mamado de mi seno convertido en un bebé y en breve se ha introducido en mi mundo a través de mi vagina y allí dentro ha bailado, trepado a los árboles, nadado en lagos, y percutido tambores. Un masculino vigoroso amoroso incorpóreo se ha alzado como una escultura holográmica, el gran shiva indio descamisado, fundiéndose en la tierra, y reapareciendo justo en mi clítoris con maestría. La voz del masculino sabio universal que me sostiene la cabeza más allá del que me sostiene la cabeza retumba en la selva, y la risa y un canto, y me lleva en brazos y soy yo la que se hace pequeña, y me deja en una roca y mirándonos me agrando de nuevo hasta tener la misma altura, y ahí me coge liviana y una caricia suave en la mejilla, y amor en diferentes posiciones y superficies, sin tempo, sin tiempo, libre de formas rígidas, amoldándonos cada segundo, fundiendo cuerpo con cuerpo, imagen con imagen como si me hubiera drogado con poderosos psicoactivos y no es así, que es un viaje astral o algo sin nombre, que es una ceremonia de mi Ser con lo masculino, con todos los hombres sabios del mundo, y la paz y el amor me inundan, hay una sensación de gratitud infinita por saber esta ceremonia inesperada un reencuentro sanador. Un regalo. Un regalo. Un recordar.


Voy por la calle y observo a los seres humanos hombres con otros ojos.